Tercera Reflexión; Ciencia, medios, fallos y colaboración

La gran ciencia debe estar siempre en los medios por su influencia capital en nuestras vidas. Tras el fallo de la vigilancia epidemiológica de los Gobiernos, la colaboración científica volverá a sacarnos del atolladero.

Para el periodista Luca De Biase, las noticias sobre ciencia deberían estar continuamente en los medios. Pueden no ser grandes noticias por su interés, pero sí lo son por su importancia. Son noticias que no buscan audiencias, sino ciudadanos informados. De Biase se refiere a nociones como “cambio climático”, “edición génica”, “nanotecnología” o “inteligencia artificial” que pueden influir en nuestras vidas y transformar el mundo. Es la (gran) ciencia de las (grandes) consecuencias. Influyen en la toma de decisiones políticas en ámbitos tan delicados como la educación o la salud. Si no se está bien informado, estas noticias son tamizadas por aspectos ideológicos o religiosos y pierden su valor real. Tras la actual tragedia que amenaza y atenaza nuestra vida, el concepto “pandemia” pasará a figurar en la lista de conceptos básicos y merecerá una atención permanente.

En 2015, el neurobiólogo Robert Sapolsky, escribió un artículo sobre la pandemia de ébola de 2014. Destaca su rápida transmisión a causa de la movilidad aérea, el colapso de los precarios sistemas sanitarios de los países africanos donde se inició, el pavor a tocar a nadie, las ciudades fantasma por toques de queda, el cese de la actividad económica, los centros de cuarentena asaltados por la turba, los equipos funerarios atacados por enterrar a muertos a los que su familia no pudo despedir ni llorar y el intento de culpar al extranjero que se cobró la vida de 8 cooperantes. Surgieron teorías conspirativas que situaban el origen en un laboratorio de algún país occidental en connivencia con la industria farmacéutica para forrarse con una eventual vacuna. Y no faltó quien adujo que era un castigo divino por la laxitud de los gobiernos en la persecución de la homosexualidad. La historia no tuvo villanos, aunque algunos líderes negaron su existencia e intentaron cargar el mochuelo a la OMS (este patrón se repite tras cada desastre: no era previsible ni prevenible y el responsable es otro). Y tuvo héroes: el personal de Médicos Sin Fronteras (idolatrado por su valor e independencia de instituciones políticas); los misioneros (reconoce Sapolsky, agnóstico irredento, que fueron ejemplares); y los trabajadores de la Sanidad (sufrieron muchas pérdidas por falta de medios de protección). Desde entonces, viven en pandemia permanente.

Este relato dolorosamente familiar desnuda miserias políticas opacas y mueve a preguntar cómo se pudo minusvalorar la gravedad de la pandemia si esta estampa de la devastación tan reciente era ya conocida y algún asesor presume de haber estado en el corazón de epidemias similares. Un lema de la Epidemiología reza: “los brotes son inevitables; las epidemias no”. Es evidente que la vigilancia epidemiológica de los Gobiernos falló con estrépito al desoír a la OMS. Para no amargarles, termino como Sapolsky. Meses después, un equipo internacional de 28 científicos anunciaba uno de los hitos médicos del siglo: Los resultados positivos del ensayo con la vacuna del ébola que incluyó 8.000 personas de Guinea y demostró su eficacia cuando se administró inmediatamente después de contactar con alguien infectado. La colaboración científica funcionó entonces y funcionará ahora. Con la debida cautela, la vacuna está más cerca.