Los parántropos tenían una cresta ósea en el cráneo para adaptarse a la dieta.
- El cerebro también se adapta al uso que se hace de los músculos.
- Las pantallas y móviles pueden provocar el desarrollo de una prominencia ósea occipital en jóvenes.
La vida en nuestro planeta se ha visto sacudida por numerosos acontecimientos naturales (glaciaciones, erupciones volcánicas, caída de asteroides, etc) que provocaban cambios en el entorno a los que había que adaptarse. Quien no se adaptaba moría. Los dinosaurios son un buen ejemplo. La vegetación también se adaptaba y los cambios repercutían directamente en las pautas de alimentación. Hace unos 3 millones de años se produjo una glaciación que redujo el tamaño de los bosques y aumentó la extensión de las sabanas. En este nuevo ecosistema surgió la primera especie del género Homo: el Australopitecus (Su predecesor, el ardipitecus, era de aspecto más simiesco, con brazos muy largos para desenvolverse con cierta soltura entre árboles). Este primer homínido era bípedo, con pelvis adelantada y brazos más cortos. Al ser bípedo su amplitud visual aumentó y podía atisbar a un depredador con tiempo para refugiarse y así sobrevivir en la sabana. Además, tuvieron que adaptarse a una dieta con alimentos muy duros y fibrosos, como vegetales, semillas, nueces e incluso raíces. Como respuesta adaptativa a esta dieta surgió un nuevo tipo de homínido, el parántropo. Se parecía al Australopitecus, pero sus dientes masticadores eran más grandes, estaban recubiertos de una gruesa capa de esmalte para triturar los alimentos y se apoyaban en una gran mandíbula con poderosos músculos temporales. Como consecuencia, su cara era alargada, de pómulos salientes y culminaba en una cresta ósea en la bóveda craneal. Los parántropos se extinguieron, seguramente por la competencia de otro homínido mejor adaptado a nuevas condiciones ambientales: Homo habilis. Es la ley de la evolución por selección natural.
El cerebro también se adapta al uso que se hace de la musculatura. El mapa relacionado con el movimiento y la sensibilidad corporal se denomina homúnculo de Penfield, la representación de un pequeño ser humano en la corteza parietal. Las zonas más sensibles y diestras del cuerpo humano son las manos y la cara y ambas están representadas en el homúnculo de manera preferente. Si se utilizan con frecuencia ciertos músculos en tareas de precisión, como ocurre en profesiones como músicos, artesanos, cirujanos o deportistas, su imagen neuronal va conquistando terreno en el mapa. De hecho, el mapa está cambiando en los jóvenes: el dedo pulgar gana espacio por su uso exhaustivo en videojuegos y móviles. El cerebro cambia y se amolda a las circunstancias. ¿Saldrá enmascarada la región facial del homúnculo tras la pandemia?
Otra adaptación afecta al ojo. El uso de pantallas, en especial en lugares cerrados, está alargando la morfología del globo ocular lo que ocasiona problemas de miopía y se prevé que aumenten los casos de glaucoma y cataratas en un futuro. Sin embargo, la adaptación más sorprendente es el desarrollo de una protrusión ósea, una exostosis del hueso occipital, en el lugar donde se insertan algunos músculos y ligamentos implicados en la flexión del cuello y la cabeza. Esta adaptación es conocida desde hace tiempo y se atribuye a la flexión continua y exagerada de cuello y cabeza. Afecta a un tercio de la población, más a varones por encima de los 60 años por cuestiones relativas a la actividad física y a la constitución muscular. Tras estudiar miles de radiografías de personas de diversas edades, unos traumatólogos australianos constataron la presencia de esta protrusión que medía entre 10 y 31 mm en un 40% de las personas, destacando dos picos de frecuencia: jóvenes de entre 18 y 30 años y mayores de 60 años. El segundo pico era esperable, pero el primero fue una sorpresa. Es muy tentador pensar que se trata de una adaptación al uso de las nuevas tecnologías portátiles (móvil, videojuegos, tabletas), aunque no puede establecerse una relación causa-efecto con los datos disponibles. Parece una noticia médica falsa o un trabajo candidato al Premio IgNobel, pero por sus potenciales repercusiones sobre la salud ósea, se proponen medidas de educación postural de los jóvenes. Son los nuevos parántropos digitales.