Las emociones humanas básicas son seis: Ira, miedo, tristeza, sorpresa, alegría y asco. Aunque provocan sentimientos agradables o desagradables, no hay emociones positivas ni negativas; su objetivo es transmitir de un modo automático información sobre el entorno y facilitar una adaptación rápida y segura. Por este motivo, son universales, se expresan en el rostro y se acompañan de cambios fisiológicos (el corazón late más deprisa, las pupilas se dilatan y la piel se eriza). Además de estas emociones básicas hay otras más complejas que derivan de nuestro carácter social. Destacan la generosidad, la admiración, la culpa, la vergüenza, el amor, la compasión, la gratitud o la envidia. Son más difíciles de definir con expresiones faciales y con palabras porque se trata de emociones impregnadas por la cultura y que originan vivencias muy particulares.
El lenguaje modula el pensamiento y las palabras influyen en el comportamiento. La influencia puede llegar a ser sutil, profunda e involuntaria. Si se solicita a un alemán que describa las cualidades de un puente, dirá que es hermoso o esbelto, mientras que un español utilizará términos como robusto, sólido o fuerte. La razón es que la palabra puente es femenina en alemán y masculina en castellano, lo que condiciona los adjetivos calificativos. Comparar el significado del mismo vocablo en diferentes idiomas no es sencillo. No hay un patrón internacional que unifique criterios. El modelo más útil es la colexificación que mide la variabilidad y la estructura en los significados de las palabras cuando tienen más de un significado en un idioma, lo que indica que sus hablantes consideran ambos conceptos similares. Por ejemplo, ‘blow’ en inglés significa soplar, tocar la trompeta y el ruido del viento, mientras que en alemán hay una palabra para cada significado. Con la colexificación se ha encontrado que en todos los idiomas tienden a unirse conceptos como mar, lago y agua o tierra, polvo y arena. ¿Qué sucede con las emociones? Un grupo de investigadores analizó el significado de 24 emociones en 2.474 idiomas. Los resultados mostraron que las emociones son menos universales de lo que parece, aunque existen puntos en común: lo que para unos es aflicción para otros es ansiedad y la aflicción nunca se une a la alegría. ¿Y el amor? ¿‘Maite zaitut’ equivale a ‘I love you’? ¿O vascos e ingleses aman diferente? En las culturas austronesias el amor se relaciona con la lástima, la compasión, la generosidad o la hospitalidad, excediendo el ámbito personal e íntimo y vinculándose a acciones colectivas mediadas por la empatía. Incluso, alguna de estas culturas emplea el término “necesidad” para referirse al amor romántico. Los autores también vieron que los significados eran más similares en familias de idiomas geográficamente próximas, lo que sugiere que se comparten a través del contacto surgido del comercio o la inmigración. Esto sugiere que la experiencia de las emociones está moldeada por las propias palabras y por la evolución biológica.
En resumen, no hay un amor universal. El amor es un virus masivo que suscita sentimientos diferentes según el ámbito cultural. Las diferencias son leves y expresan siempre algo agradable, pero los hablantes de dos lenguas diferentes pueden no amar de la misma forma. Ténganlo en cuenta si su pareja ha sido educada en otra cultura. Y una pregunta ¿Habrá que adaptar los emojis del guasap a esta realidad compleja?