El olor de un año triste

Se cumple un año del inicio del confinamiento, una medida drástica que contuvo la propagación de la pandemia.

· Los seres humanos tenemos pocas neuronas olfativas, pero discriminamos millones de aromas.

· La COVID anula o distorsiona el olfato provocando la percepción de desagradables olores fantasmas.

Hoy es el triste aniversario del día en el que el Gobierno tomó una medida para proteger la vida de la ciudadanía. Llegaba un fuerte olor a muerte y desolación de China e Italia. Quienes tenían que olérselo no lo hicieron y el olor penetró en nuestro país. La inacción política inmediatamente posterior huele a chamusquina. La sobreactuación según la evolución de la pandemia, el baile de cifras que confundió la toma de decisiones epidemiológicas, la ausencia de un comité de expertos y el retraso en crear la comisión independiente que evalúe la gestión despiden tufillo a propaganda y falta de autocrítica.

El olfato es un sentido muy delicado. En el techo de las fosas nasales descansan miles de células especializadas que portan receptores para recoger y discriminar millones de aromas. Este sistema está regulado por apenas 400 genes. Los humanos somos seres audiovisuales y tenemos pocos genes, neuronas y receptores para el tacto, el olfato y el gusto, en comparación con otros animales. Cada neurona olfativa contiene un solo gen, pero cada uno de ellos se asocia con otros para formar estructuras tridimensionales distintas para cada aroma. Así, pocos genes y neuronas pueden identificar con gran precisión millones de olores. El olfato humano es importante para sobrevivir (un escape de gas, un incendio o un alimento podrido pueden matarnos) y transmitir los genes a la descendencia (el olor es esencial en el cortejo). Además, el olfato contacta con las regiones emocionales del cerebro y transporta a la memoria recuerdos vívidos de nuestra infancia, como la famosa madalena de Proust. La principal causa de pérdida del olfato es el catarro por infección vírica, seguido por el traumatismo craneal, el envejecimiento y alguna enfermedad neurodegenerativa, como parkinson o alzheimer (en estos casos puede preceder al temblor o al olvido). De todos modos, es frecuente no encontrar una causa. Siempre que se altera el sentido del olfato también se modifica la capacidad de percibir sabores, a pesar de que no se pierda el gusto. Lo que se come no sabe a nada o sabe a algo desagradable.

 

La COVID ataca al olfato. Una proteína del virus destruye las células del epitelio olfativo. Cerca del 20% de las personas afectadas presenta una pérdida (anosmia) o disminución (hiposmia) de este sentido. Muchas son jóvenes y este puede ser el único síntoma, a veces acompañado de dolor de cabeza y fiebre. De hecho, cualquier persona que presente una pérdida del olfato súbita y sin causa aparente debe hacerse una PCR y aislarse de manera preventiva. La mayoría se resuelven en pocos meses, pero a veces la anomalía se prolonga en el tiempo. En ocasiones, el proceso de regeneración neuronal distorsiona el olfato y da lugar a parosmias (percepción diferente de un olor que existe), fantosmias (percepción de un olor que no existe, un olor fantasma) o cacosmia (percepción persistente de un olor desagradable). Estos olores, que, para su desesperación, solo percibe quien lo sufre, suelen ser penetrantes, intensos y fétidos (cañería, azufre, podrido o gasóleo), pudiendo provocar incluso la naúsea. Alteran la calidad de vida y provocan una gran inseguridad en la persona afectada. Esta

deformación de la cualidad del olor podría deberse a un error de transmisión o interpretación de la información que desde las células olfativas llega a los centros cerebrales del olfato a través del nervio olfatorio. Es un mecanismo similar el invocado para el miembro fantasma, el acúfeno o el dolor neurálgico. Para tratar estos problemas podría ser de ayuda algún fármaco y existen técnicas de entrenamiento olfativo consistentes en estimular la olfacción con cuatro categorías de olores diferentes. Su objetivo es estimular la memoria olfativa y otras áreas cerebrales relacionadas con la olfacción para acelerar la regeneración de sus vías neurales. Tras unos meses de estimulación pueden apreciarse los resultados. En una semana comienza la primavera y el aire se llena de olores de la naturaleza, un aire que podría limpiar los olores tristes de la COVID.