El cerebro se come a sí mismo como resultado del insomnio crónico. Como lo oye. La razón es que las células que digieren y destruyen los desechos resultantes del trabajo diario de las neuronas incrementan su actividad. Estas células se denominan células gliales y son mucho más numerosas que las neuronas (a las que también alimentan). Entre ellas destacan la microglia y los astrocitos. Estas últimas células de forma estrellada podan las sinapsis innecesarias en el cerebro para remodelar su conectividad, mientras que la microglia elimina las toxinas liberadas en el proceso. La actividad de este sistema limpiador de residuos tóxicos es muy beneficiosa para el cerebro pues reconstruye circuitos y protege las conexiones sinápticas sanas. Pero si se torna hiperactivo puede ejercer efectos negativos, entre ellos facilitar el desarrollo de alzheimer y parkinson.
El sueño y el sistema glial están estrechamente relacionados. La privación prolongada de sueño en ratones induce la sobrexpresión de un gen que regula la actividad de las células gliales. En un estudio se comparó el cerebro de un grupo de ratones que habían dormido bien con el de un conjunto de ratones a los que se impidió dormir durante 5 días. El primer grupo presentaba astrocitos activos en un 6% de las sinapsis, cifra que se duplicaba en los roedores insomnes (13%). Esto sugiere que los astrocitos son más activos en un cerebro insomne y se destruyen más sinapsis de las necesarias para una buena salud cerebral. Literalmente, los astrocitos se comen las sinapsis. Esta observación tiene una faceta positiva y otra negativa. La positiva es que muchas de las sinapsis devoradas eran las más grandes, maduras y utilizadas de modo muy intenso. Son como muebles antiguos que requieren mucha atención y limpieza para su conservación. La negativa y preocupante es que también vieron que la microglia estaba muy activa, un hallazgo típico de la inflamación que se ha vinculado al alzheimer y al parkinson. Este podría ser el mecanismo por el que la falta crónica de sueño nos hace más vulnerables a sufrir estas dolencias. No en vano el sueño es el tercer pilar de la vida saludable.
Una incógnita no despejada es si las alteraciones mencionadas revertirán con un sueño prolongado y reparador, como el que producen los conciertos del compositor contemporáneo Max Richter. Duran 8 horas y todos los asistentes terminan dormidos (supongo que los miembros de la orquesta, no. Por cierto, ¿cómo lo hacen? ¿Llevarán tapones?). Su obra inductora de sueño se llama Sleep (no podía ser de otra manera). Lo presenta como un experimento para unir música y mente. Comienza con un solo de piano muy lento cuyas notas se repiten una y otra vez hasta provocar un sopor hipnótico o una hipnosis soporífera. La luz es tenue y el volumen bajo. Los 400 asistentes a su concierto en Madrid acabaron sopas en sus colchonetas. Es un digno competidor de una etapa llana del Tour y de los conciertos de algunos cantautores, aunque bastante más caro.