Junto con la inteligencia artificial, la nanorobótica, el clima y la demografía, la edición génica es un reto científico actual con implicaciones para las generaciones futuras. China y USA pugnan por liderar el campo. El premio Fronteras del Conocimiento, antesala del Nobel, ha recaído en Francisco Mojica por su contribución a la edición génica por CRISPR. Esta tecnología permite cortar y pegar fragmentos de ADN con precisión exquisita y a coste bajo. Así, se pueden corregir pequeñas mutaciones y sanar enfermedades genéticas. Ya se ha anunciado algún éxito en niños con formas agresivas de leucemia. También se pueden crear modelos que contribuyan a conocer mejor ciertas enfermedades o el comportamiento humano y sus alteraciones. Es la vía para descubrir nuevas terapias, manipular bacterias para que sanen o diseñar test para identificar patógenos como el virus del zika. La edición génica permite generar animales y plantas con propiedades especiales, como cochinillos resistentes a infecciones, vacas superproductoras de leche, dálmatas sin enfermedad renal, plantas resistentes a plagas, tomates sin pepitas o arroces ricos en vitaminas. Son los transgénicos, una aplicación controvertida: para unos pueden ser nocivos, para otros son una solución para paliar el hambre en el mundo. Todavía hay mucho que demostrar sobre la eficacia y seguridad de la edición génica. Un ejemplo: el gen GRIN2B está vinculado a la vez con el autismo y con la brillantez cognitiva. Su manipulación para solventar un problema podría tener consecuencias inesperadas.
El genetista Dan McArthur augura que sus nietos serán sometidos a una revisión del genoma y a la corrección de mutaciones cuando sean embriones. Dice que será como la vacunación y que no cambiará el significado de ser humano. Esta posibilidad suscita cuestiones éticas por abrir la puerta a los bebés a la carta: guapos, sanos, fuertes y listos. Para algunos será un revival de la eugenesia que culminará en otro tipo de nazismo. Hay otras razones para oponerse. Personas con enfermedades genéticas afirman que rechazarían la oportunidad de corregir la mutación causante de su capacidad funcional diferente. Entienden que la “discapacidad” les ha llevado a superarse y ser mejores en otros ámbitos de la vida. De hecho, el diagnóstico preimplantacional, que, como la edición génica, también permite eliminar una mutación dañina en un embrión antes de ser implantado en el útero, es poco utilizado por personas con patologías hereditarias que se expresarán con toda su crudeza en quien porte el gen anómalo. Por último, deben valorarse las consecuencias sociales, pues hay quien considera la predisposición genética a la obesidad o al alcoholismo como enfermedad. Los científicos, conscientes de estas cuestiones sin resolver, proponen vetar el uso de la edición génica en embriones. Solo el debate social y la cooperación política y jurídica pueden prevenir el mal uso de este avance científico por gente perturbada. Que haberla, hayla.