45 días fatídicos

Hace un año Lancet publicó las primeras series clínicas sobre la COVID. Comenzaba una triste historia de imprevisión y muerte.

· Concluían con una advertencia lacónica: El momento de actuar es ahora. ¿Qué se hizo en 45 días?

· Tenemos tan mala memoria que es preciso recordar para aprender y que nada caiga en el olvido.

A falta de la tan solicitada como ignorada auditoría independiente, ha pasado tiempo suficiente como para hacer examen de conciencia. La vacunación está en marcha (lenta) y ya no vale escudarse en el “no disparen al piloto cuando el avión está volando”. Además, la ciudadanía tiene mala memoria y es preciso recordar para aprender y que nada caiga en el olvido. La política, mucho más “práctica”, tiene memoria selectiva: olvida lo que quiere y así transforma la realidad de una sociedad olvidadiza. Hoy hace un año Lancet publicaba los dos artículos que describían los primeros casos de COVID en Wuhan y un comentario que resumía lo que entonces se sabía. El brote se detectó el 31 de diciembre de 2019. Las autoridades sanitarias chinas realizaron una investigación inmediata para caracterizar y controlar la enfermedad, aislaron a los pacientes sospechosos, monitorizaron a los contactos, recogieron datos epidemiológicos y clínicos y desarrollaron procedimientos diagnósticos y terapéuticos. El 7 de enero de 2020 se aisló el nuevo coronavirus en los pacientes. Días después se identificó la secuencia genética y se desarrolló un sistema de detección en tiempo real por PCR. Se identificaron 9 casos fuera de China que “confirmaban la transmisión de humano a humano y auguraban una mayor propagación de la enfermedad a través de los viajes aéreos”. El 23 de enero declararon 835 casos en China, 93% hospitalizados y 25 fallecidos. Reflexionaban los autores que “aunque la mortalidad es baja, su gran difusión puede ocasionar un gran número de víctimas mortales, como sucedió con la gripe española que terminó con la vida del 5% de la población mundial. Por lo tanto, no hay lugar para la complacencia”. Aunque la OMS no había recomendado todavía restringir el tráfico aéreo internacional, el 23 de enero las autoridades cerraron aeropuertos, estaciones de ferrocarril y autopistas de acceso a Wuhan para frenar la difusión de la infección. También pusieron en marcha un boletín informativo diario con la situación epidemiológica y las medidas de salud pública (lavado de manos, mascarillas, etc). Concluían con una advertencia lacónica: “Es el momento de actuar”.

 

¿Qué se hizo? Esta es la cronología (conocida) de 45 días críticos. Al día siguiente la OMS lanzó una alerta internacional publicada a cuatro columnas en la portada de los principales diarios. El 3 de febrero se mostró al mundo el hospital de mil camas que se construyó en Wuhan en 10 días para evitar el colapso sanitario. El 12 se canceló el Mobile de Barcelona. El 18 los expertos consideraron “bajo” el riesgo de propagación del patógeno en Europa. Su análisis experto fue que iba a haber “unos pocos casos parecidos a una gripe”. El 21 Italia anunció el primer caso de COVID. Las noticias sobre los hospitales de Lombardía preocupaban. El 26 se difundieron unas recomendaciones sanitarias: lavado de manos, toser en el codo y llamar a un teléfono en caso de síntomas. Se pidió a los médicos suspender viajes, congresos y conferencias. Cada vez había más casos, los hospitales se saturaban y se trabajaba sin medios de protección. Mientras tanto la vida seguía, sin que se cancelara ningún evento masivo “para evitar el alarmismo”. El 8 de marzo se cerró Lombardía. El 14 el Gobierno español decretó el estado de alarma, el confinamiento y la suspensión de toda actividad no esencial. Hoy, un año después, han muerto más de 2 millones de personas en el

mundo, 82.000 en España. Tristemente, tenía razón el ministro Illa cuando afirmó que “visto lo visto, todos llegamos tarde” (¿También a la tercera ola?). Un diario nacional titulaba “Los guardianes de la salud europea subestimaron el peligro del virus”. Por desgracia así fue, a pesar de que ese folio y medio de Lancet contiene información que cuesta creer que pasara desapercibida a personal experto en vigilancia epidemiológica y salud pública. Algunos de ellos han sido cesados, otros han dimitido o enmudecido, lo cual les honra, pero aún hay quien aferrado al principio de la ineptitud rampante de Peter, está ya en la cima.